miércoles, agosto 16, 2006

Hombres Necios




Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis.


Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren
bien si las incitáis al mal?


Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.


Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco,
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.


Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis
para, pretendida, Tais;
en la posesión, Lucrecia.


¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?


Con el favor y el desdén
tenéis condición igual:
quejándoos si os tratan mal;
burlándoos, si os quieren bien.


Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.


Siempre tan necios andáis,
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
a otra por fácil culpáis.


¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada?


Mas entre el enfado y la pena,
que vuestro gusto refiere
bien haya la que no os quiere,
y quejaos enhorabuena.


Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.


¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:l
a que cae de rogada
o el que ruega de caído?


¿O cuál es más de culpar
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?


¿Pues para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.


Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis de afición
de la que os fuere a rogar.


Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesas e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
Sor Juana Inés de la Cruz

No se equivoco Sor Juana en el siglo XVII cuando escribió estas redondillas, parece como si lo hubiera escrito ayer. Estos días pasados por alguna razón me toco presenciar varias situaciones que no es que me espante porque no eso, solo como le dije a mi mejor amigo ayer "quisiera que alguien me hubiera dicho que el mundo es así". Estas situaciones tiene que ver con los hombres y su paso por este mundo. No voy a generalizar porque no podría hacerlo pero si hablaré de una gran mayoría de los mexicanos.

Engañar sin consciencia ni remordimientos, que fácil es decir cosas sin sentirlas, el fin justifica los medios, y el fin solo puede ser la conquista que deja de ser fascinante cuando se logra.

La infedelidad es parte de la condición del hombre, no es culpa de ellos si no de las necesidades propias del género. Ni modo no lo pueden remediar.

Tener sexo es normal, la variedad, el lugar, la personas es lo de menos... es sólo SEXO porque será que las mujeres no entienden eso, que lo que se tiene con otras mujeres no vale no cuenta no existe no importa, es de un rato.. el amor es otra cosa.

La mejor convivencia es la que tienen solo con hombres, ahi se puede platicar de como lo hacen, de con quienes lo hacen, de cosas de hombres ya sabes de cuando se pelearon en no se donde, claro hay que demostrar siempre lo chingon que son. Las mujeres solo hablan de trivialidades asi que sobre todas las cosas hay que privilegiar las pedas en las que solo van hombres.

Hay que ser hombres casados, tener una mujer que sea buena madre, para tener amantes existen otro tipo de mujeres a las que se quejan de que sus mujeres no los satisfacen, pero que son tan buenos padres que jamas podrian divorciarse por sus hijos. A las otras siempre les dejan claro el papel que juegan y que la del respeto siempre será la esposa..

La promiscuidad es una condición masculina, en las mujeres es puteria.

Despues de una noche de sexo casual en el que no prometen nada ni se comprometen a nada, lo más probable es que la mujer llame para deci que te ama, que te extraña que eres fabuloso. Que flojera porque será que no entienden las mujeres que ya paso.

En esta disque liberación de las mujeres la verdad es que no nos hemos liberado nada, al contrario en el afán de querer ser como ellos nos hemos esclavizado más.

Citare a Octavio Paz en su Dialéctica de la soledad en "El Laberinto de la Soledad": En nuestro mundo el amor es una experiencia casi inaccesible. Todo se opone a él: moral, clases, leyes, razas y los mismos enamorados. La mujer siempre ha sido para el hombre “lo otro”, su contrario y complemento. Si una parte de nuestro ser anhela fundirse a ella, otra, no menos imperiosamente, la aparta y excluye. La mujer es un objeto, alternativamente precioso o nocivo, mas siempre diferente. Al convertirla en objeto, en ser aparte y al someterla a todas las deformaciones que su interés, su vanidad, su angustia y su mismo amor le dictan, el hombre la convierte en instrumento. Medio para obtener el conocimiento y el placer, vía para alcanzar la supervivencia, la mujer es ídolo, diosa, madre, hechicera o musa, según muestra Simone de Beauvoir, pero jamás puede ser ella misma. De ahí que nuestras relaciones eróticas estén viciadas en su origen, manchadas en su raíz. Entre la mujer y nosotros se interpone un fantasma: el de su imagen, el de la imagen que nosotros nos hacemos de ella y con la que ella se reviste. Ni siquiera podemos tocarla como carne que se ignora a sí misma, pues entre nosotros y ella se desliza esa visión dócil y servil de un cuerpo que se entrega. Y a la mujer le ocurre lo mismo: no se siente ni se concibe sino como objeto, como “otro”. Nunca es dueña de sí. Su ser se escinde entre lo que es realmente y la imagen que ella se hace de sí. Una imagen que le ha sido dictada por familia, clase, escuela, amigas, religión y amante. Su feminidad jamás se expresa, porque se manifiesta a través de formas inventadas por el hombre. El amor no es un acto natural. Es algo humano y, por definición, lo más humano, es decir, una creación, algo que nosotros hemos hecho y que no se da en la naturaleza. Algo que hemos hecho, que hacemos todos los días y que todos los días deshacemos.
No son éstos los únicos obstáculos que se interponen entre el amor y nosotros. El amor es elección. Libre elección, acaso, de nuestra fatalidad, súbito descubrimiento de la parte más secreta y fatal de nuestro ser. Pero la elección amorosa es imposible en nuestra sociedad.
La concepción romántica del amor, que implica ruptura y catástrofe, es la única que conocemos porque todo en la sociedad impide que el amor sea libre elección.
La mujer vive presa en la imagen que la sociedad masculina le impone; por lo tanto, sólo puede elegir rompiendo consigo misma. “El amor la ha transformado, la ha hecho otra persona”, suelen decir de las enamoradas. Y es verdad: el amor hace otra a la mujer, pues si se atreve a amar, a elegir, si se atreve a ser ella misma, debe romper esa imagen con que el mundo encarcela su ser.

5 comentarios:

Byron Ronquillo Narváez dijo...

No diré nada en contra (raro en mi) porque la verdad estoy seguro que en la naturaleza de mi genero masculino, existe una parte que se quedo con el instinto animal de asechar como perrros en celo... me ha pasado, y creo me volverá a pasar¡¡¡
en fin mejor me voy con la poca dignidad que me ha dejado :(

Jo dijo...

Byrongio
no me hagas tanto caso a lo mejor en el fondo en el interior de mi quisiera tener ese instinto y ser asi, para freud tendría envidia del pene, jajajaja que te parece???

Sivoli dijo...

Pues no le veo mucha alternativa. ¿Estamos condenados entonces a amar?

Byron Ronquillo Narváez dijo...

emmmm creo que si¡ je,je

LA Gaby dijo...

Hombres necios que acusais a la mujer sin razón... SIN VER QUE SOIS LA RAZÓN DE LO MISMO QUE CULPAIS!!!!!!!!!!

Genial poema, increíble que haya sido escrito por una monja!!!

Muy chèvere tu blog, estaré visitándote con más frecuencia!