sábado, julio 09, 2011

El Monterrey que llora


Tal vez la mejor herencia que deja a esta tierra regiomontana y, por qué no decirlo, a México, son sus obras y son sus hijos, seguramente continuadores de sus elevados principios y reconocido altruismo .
Ricardo Margaín Zozaya.
Discurso en el sepelio de Don Eugenio Garza Sada, ante la presencia del entonces presidente Luis Echeverría Álvarez-

¿En dónde quedó el Monterrey de los empresarios aguerridos, de los que se morían en la raya para denunciar la corrupción, abusos, las crisis económicas generadas a partir el régimen prisitas de los años 70´s, dónde el panismo empresarial que luchó contra la dictadura y peleaba por la democracia real? ¿Cómo es posible que al 2011 Monterrey se haya convertido en una zona de guerra y muerte? ¿Qué dejaron de hacer? ¿Qué no hicieron bien?
Los empresarios se fueron, me dijo un amigo regiomontano, los empresarios con compromiso social, murieron, heredaron sus fortunas a sus hijos que las mantuvieron pero que sus nietos malgastan. Las grandes empresas regiomontanas han desaparecido, las terceras generaciones les da pereza tanto trabajo, mejor las vendieron viven con sus fortunas en los suburbios de Austin Tx o San Antonio o Houston, obviamente en barrios de regiomontanos para poder continuar con su life style.
Los trabajadores, emprendedores y exitosos, se sumieron en lo superfluo; en las compras en Mcallen y Laredo, en los carros últimos modelos, las lujosísimas tiendas de marcas de Calzada del Valle en San Pedro. En los colegios más costosos que la colegiatura del ITESM, en las grandes residencias. Compromiso social, ¿Cuál?
En una sociedad en donde el dinero era lo importante, sin importa su procedencia, permitió ser el refugio preferido del dinero del narco. Se mezclaron y lo consintieron. Como dijo hace algunos años atrás mi maestra Rosaura Barahona en su editorial del Norte, “no importa si eres Narco lo que no se perdona es que seas Naco”.
Hoy los ricos huyen, los más ricos al norte de Texas, los menos ricos aquí a las ciudades fronterizas, algunos se quedan, y sufren los secuestros, los robos, las extorsiones. La clase media paga el precio de querer vivir como ricos, de soñar con tener, olvidando el ser. Esos son los más amolados, sufren porque quererse ir y no poder, y sufren por quedarse y no poder vivir sus sueños de riquezas. Los pobres siempre más pobres, más víctimas, con menos posibilidades y más vulnerables, más cercanos a los criminales.
Este es el Monterrey que hoy llora a sus muertos, el que traicionó sus ideales, que no supo donde quedaron y que los jóvenes desconocen. Y todavía se sienta a esperar que por inercia las cosas cambien. Si los regiomontanos no sacan su casta, la batalla por Monterrey, será larga costosa, sangrienta y muy lastimosa. Y eso nos incluye a los Tamaulipecos hermanos de sangre.